Playas paradisíacas y una ciudad que busca reinventarse


Simple, sin lujos ni grandes infraestructuras. El principal -y casi único- atractivo es la playa, su mar transparente y paisajes típicos del Caribe. Si uno busca eso, la Isla de San Andrés (Colombia) lo proporciona y con creces. Pero es importante saberlo de antemano para evitar sorpresas.

Para llegar a la isla hay que volar 6 horas rumbo a Bogotá y otras 2 horas hasta San Andrés, porque no existen vuelos directos. El aeropuerto es chico y la primera impresión es la de llegar a un pueblito muy rústico, no tan bonito y con poca actividad. El calor es sofocante y no todos los vehículos que transportan a los turistas están equipados con aire acondicionado. Llama la atención la cantidad de motos y carros de golf. Son, junto a las bicicletas, el medio de transporte más utilizado. La gran mayoría de los autos son taxis.

La isla es pequeña (33 km de largo por 4 de ancho), tiene 90 mil habitantes, casi todos viven del turismo y en segundo lugar del comercio, que concentra su oferta en los productos electrónicos, indumentaria, joyas con esmeraldas y artículos de free shop.

Entablar conversación con un nativo es a veces complicado. En un principio se muestran recelosos de responder, pero si se logra intimidar, el panorama se vuelve interesante. Recién ahí es posible comprender qué ha pasado en el archipiélago desde su descubrimiento en los tiempos de Colón y su colonizaje por puritanos ingleses en 1629 y luego por leñadores jamaiquinos con sus esclavos negros, y especialmente desde su declaratoria de puerto libre en 1953. Si bien el idioma oficial es el español, hay un predominio de la lengua inglesa debido a que la cultura nativa es la anglocaribeña.

Todos los hoteles tienen muelle y playa propia, piscina (algunos con pileta natural), bar, restorán y la mayoría cuenta con discoteca, que sólo abren por la noche. La actividad del turista en la isla se divide entre el hotel y la playa. Hay algunos tours imperdibles, como el paseo en lancha por las islas Haynes Cay, el Acuario y Johny Cay. El programa, que cuesta 10 dólares por persona y dura 4 horas, comienza en Haynes Cay y el Acuario, que están una al lado de la otra y es posible cruzarlas caminando. Haynes Cay está repleta de vegetación autóctona, hay buena sombra y varios puestos con venta de tragos, jugos y licuados. El Acuario es más parecido a un gran banco de arena blanca y fina, cuenta con un par de locales que ofrecen refrescos y es posible darles de comer pan a los peces que llegan hasta la costa y nadan alrededor del visitante. Luego de 2 horas un guía recoge a los turistas y los lleva a una isla más grande, Johny Cay. La infraestructura allí es otra: hay restaurantes, puestos de venta de artesanías, y -como en las dos anteriores- una playa paradisíaca.

Otra excursión recomendada es el Semisubmarino (u$s 25 p/p). Se trata de un viaje de 2 horas en un barquito que sale de la cooperativa de lancheros. La embarcación tiene un túnel subterráneo desde donde se observa todo lo que sucede bajo el agua. También es posible meterse al mar y darle de comer a los peces.

La mejor forma de recorrer la isla por tierra es en carrito de golf. Se alquilan a 30 dólares por 5 horas en todos lados. Es conveniente pedir un plano turístico para facilitar el recorrido. Lo ideal es ir por el borde de la isla. Los mejores sitios para visitar son: las playas del lado oriente, el hoyo soplador (ideal para comprar artesanía o souvenirs, ya que en el centro es más caro y existen pocos lugares), muelles o embarcaderos, la Piscinita, la primera iglesia de la isla, el Mirador, que ofrece una vista espectacular de la isla, y por último el centro comercial.

Entre los tours que recomiendan en los hoteles hay algunos prescindibles. Uno es la Cueva de Morgan. Por 3 dólares, el paseo consiste en transitar distintas salas relacionadas con el pirata Morgan, y finaliza en la cueva donde supuestamente escondía tesoros. Otro paseo para el olvido es la Lagunita de agua dulce (u$s 5), que en realidad no es más que un gran charco de agua estancada, donde la principal atracción pasa por ver como el guía de turno alimenta a los yacarés con pequeñas lagartijas que caza en la corteza de los árboles durante el recorrido. Mejor abstenerse que arrepentirse después.

Gastronomía y compras

La riqueza gastronómica se basa en platos compuestos de frutos marinos, como el tradicional Rondón, uno de los más apetecidos de la cocina típica, elaborado a base de pescado, caracol, yuca y dumplings (trozos de masa), en salsa de leche de coco, ingrediente principal de casi toda la cocina isleña.

El cangrejo es otro ingrediente fundamental; con él se preparan los crab backs (caparazones rellenos), empanadas, guisos y -lo mejor- las muelas a la vinagreta. También hay restoranes de comida típica colombiana, cocina internacional y algunos pocos sitios de comida rápida.

Para salir de compras, es fundamental recorrer y comparar precios antes de concretar la operación. Existen más de 500 negocios y hay mucha diferencia de costos entre unos y otros. De todos modos, si bien se consiguen productos económicos, no es más barato que cualquier free shop.

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